lunes, 19 de abril de 2010

Capitulo 3: las fotos

Es sábado y estoy en la revista terminando algo de trabajo, nada complicado, en realidad es una excusa para no ir a casa. Al ver que soy el único que aún está en su cubículo, Urrutia se acerca a mí y me entrega una tarjeta con una dirección.

- “Necesito que vaya allá ahora mismo y me tome unas fotos” dice casi gritando “las necesito para esta tarde”.
- “Pero es un desfile de modas” le respondo, como si eso cambiara en algo la orden.

No me dice nada, simplemente se da la vuelta y camina hasta su oficina haciendo una escala en la cafetera. Urrutia es un buen jefe, lo admito, he aprendido muchas cosas de él. Pero hay veces que es realmente insoportable.

Pero bueno, ordenes son ordenes y hay que cumplirlas. No estoy para darme el lujo de quedar sin trabajo. Lo veo por el lado positivo: mujeres bonitas, tal vez en ropa interior. Lo único que tengo que hacer es tomar unas cuantas fotos.
Llego al lugar del evento y entre codazo y codazo logro obtener un buen lugar. Ya estoy listo, en unos cuantos minutos iniciará el desfile. Suena la música, los reflectores se encienden y las modelos desfilan. No está tan mal, están vistiendo baby doll. 

Fotos, fotos y más fotos. Tienen talento: todo el público masculino esta con la boca abierta, ellas lo disfrutan, se alimentan del morbo ajeno. Es increíble que alguien crea que los diseños son los protagonistas. ¿A quién le interesa la clase de tela que o la técnica utilizada? A mí no.

Después de media hora mi trabajo está hecho, me preparo para volver. Sin embargo, veo algo que me llama la atención. Es el mechudo, JPeace, ¿Estaré destinado a verlo hasta en la sopa? Espero que no me vea y ni se le ocurra saludarme. Pero no está solo: al lado suyo hay una modelo. Están hablando y riendo. Hay que reconocer que tiene talento con las mujeres.

Le coge las manos, le acaricia la cara, le habla al oído y la besa: Primero el cuello, ahora la boca. Esto merece una foto. Antes de que se dé cuenta que lo he fotografiado, decido alejarme lo que más pueda del par de tortolitos. 

No puedo creer que sea tan miserable. Es novio de Irem, la mujer que cualquier hombre desearía! ¿Por qué tiene que engañarla? Si antes pensaba que JPeace era un imbécil, ahora estoy convencido de que el no merece que alguien lo ame.

Llego a la oficina, enciendo el computador, conecto la cámara y paso todas las fotos que había tomado. En una misma carpeta está el mechudo besando a Irem y a la modelo. ¿Qué debo hacer con los archivos?
Pienso en el gran dolor que le causaría a ella ver cómo su novio la engañaba, se notaba que lo quería. Pero también pienso que es injusto que no sepa la verdad. Ella debe saber lo que está pasando. 

Abro el correo, escribo su dirección, adjunto las fotos que les tomé en la entrevista y las del desfile de modas. Sé que le va a doler, y sé que en parte será por mi culpa. Pero lo tengo que hacer, es por su bien. Pienso en escribir un mensaje en el cuerpo del correo pero no sé qué ¿“Mira a tu novio con otra”? Definitivamente no. También pienso en que JPeace me odiará desde ese momento, pero eso es lo de menos. Por lo menos el odio será mutuo.

Es hora de dar click en “Enviar”, lo hago. No sé cuando Irem mirará lo que le envié, pero espero que sea pronto. Quiero que sea pronto para que no siga confiando en él, para que no lo siga besando ni amando, no se lo merece. Las fotos estarán al frente de los ojos sollozos de Irem, será ella quien decida qué sigue.

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